Es difícil de creer, pero aún así lo es. Yo, que nunca había tropezado, nunca me había arriesgado y nunca había demostrado nada, estoy con la peor enfermedad que alguien lograse tener: estar enamorado.
Mi corazón no espera, sólo se queda observando en un rincón. Todos se preocupan por verlo solo ahí y yo les digo: "Está bien así. El día menos esperado, alguien tropezará y se quedará aquí".